Quiero sentir esa libertad que un día me diste.

Quiero sentir esa libertad que un día me diste.

lunes, 11 de septiembre de 2017

Desde que ya no estás

Desde que ya no estás, soledad me arropa por las noches. La abrazo para llenar tu ausencia, la beso para engañar a mis labios.
Desde que ya no estás, la luna no se asoma a mi ventana, el sol nunca llega a mañana y la oscuridad permanece aferrada.
Desde que ya no estás, las noches ya no son noches, me perturba el ruido de los coches y en la cama solo hay baches.
Desde que ya no estás, no he vuelto a madrugar, no he vuelto a jugar, ni ha sudar...Y mucho menos despierto soñar.
Desde que ya no estás, sólo tengo pesadillas, me caigo por las orillas, ya no tengo las mesillas pues me clavo siempre astillas.
Desde que ya no estás, me da igual lo demás, me dan igual los demás, todo está de más pero tú sin quererlo siempre estás de menos.

Concédeme una última noche, bríndame la oportunidad de dormir de nuevo con tu aroma, de agarrar tus caderas, de abrazar tu pecho y sentir que hemos llenado el estrecho.

miércoles, 11 de noviembre de 2015

final único

No creo en finales felices, pues dudo que todo aquel aferrado a una historia salga bien parado.
Hay miles de sonrisas, de lagrimas que son sonrisas, sonrisas finales que comienzan principios y nosotros ni siquiera lo sabemos. Cerramos una historia y comenzamos un cuento, un corto u otra breve historia de lo que hemos sido, somos o podemos llegar a ser.
No busco un final feliz, pues la felicidad como tal, va guardada en frascos pequeños y no en finales duraderos.
Si i final pudiera escoger, lo escogería único; todos los finales deben ser únicos, puesto que Yano se van a repetir. Si mi final cierra tu historia, comienza una nueva novela, si mi final jode la historia, dale la vuelta al argumento. Los finales no joden, sino, marcan y crean nuevos principios.

Quizá este sea el final de un nuevo principio, o el final de los finales convertido en historia.

Milésimas de segundo

Nada te diré porque tengo tanto, tanto que me agobia y ahoga, tanto, que no me deja decir nada.

Suspiremos y observemos ese segundo, ese que se parte en milésimas, milésimas que me atrapan y me atan a tu espalda; mirar quiero tu cara, mirar te miraba hasta el alma, que si a tu espalda me hallo, a ti me aferro para no ser olvido.
Olvido corre tras nosotros, quiere quemar nuestro libro de largas letras y extensas hojas, yo no corro, no, ante ella me quedo y lucho para que muera y en mi olvido quedé que un día hubo olvido.

Ahora te tengo postrada a mi vera, y y no sé si es invierno o primavera, pero la vida se me altera cuando te veo respirar; no sé si es amor o engaño, no sé si será duradero o perecedero, pero pido por favor, que este segundo compuesto de milésimas me recuerde que vivo cuando ella es mi segundo.

sábado, 3 de enero de 2015

Ahora todo es tan frío, tan distinto, que ni el mismo camino distingo, he buscado entre los cajones aquella cartas con bonitos renglones. Ya no hay en el florero esas flores que traías cada mañana de lunes.
Ahora despierto y es de noche, ya no cojo el coche, prefiero salir y perderme entre la oscuridad que no alcanzan las estrellas.
Se perdieron las miradas y esos silencios que gritaban más que callaban, ya no hay flores ni cartas que cuenten historias.
Hoy el día es más gris de lo habitual, hoy el sol no vino a celebrar la ida de la oscuridad. La luna marchó ya, y con ella mis ganas de soñar, no quiero mirar a las estrellas, no quiero recordar tus lunares.
Recuerdo como saltaba cada una de las estrellas de tu cuerpo; como mecido en tu luna quedaba dormido.
Siento un enorme vacío aquí en mi pecho, mi corazón ya no late como antes, a veces va lento, otras está inerte y de vez en cuando, cuando recuerda que está vivo, corre, empieza a correr para intentar escapar.
Mi pecho es una cárcel que encierra un triste corazón que llora sacas lágrimas y maldice un negro amor. No es de rayas su uniforme, sino, rojo color. Late al ritmo de esa apagada canción que un día fue un himno para dos jóvenes ilusionados que luchaban en nombre del amor.

lunes, 7 de abril de 2014

Le dije que viniera, que alegrara de nuevo mis días, pero cual flor en un triste otoño, se marchitó. Esperé a que el invierno pasara y cada noche lloré esperando a que la primavera llegara y con ella, volviera a florecer aquel amor que un día hubo entre los dos. 
La primavera llegó, la espera se hizo más larga de lo normal, pero sentía que por fin ella volvería a florecer, que volvería a ser la flor que adornara mi vida, que diera sentido a mi primavera. 
Pero nada fue así, sí, la primavera había llegado, pero el invierno no se había ido, el sol relucía en lo alto del cielo, pero dentro de mí se hallaba una enorme tormenta que no dejaba de calar.
Ella no volvió, se marchó para siempre y el invierno se quedó presente en mí.

Nunca más volví a comprar flores;
nunca más miré a la primavera a los ojos;
nunca más deshojé otra margarita...